D E M O C R A T O P I A

La psicología del Inconsciente. Sigmund Freud

Sigmund Freud y el psicoanálisis

La psicología del inconsciente fue notablemente diferente a la psicología de la conciencia. Wundt y los demás psicólogos de la conciencia se basaban en el estudio de la mente humana adulta y normal a través de la introspección con el objetivo de lograr una ciencia experimental independiente de las cuestiones y teorías tradicionales de los filósofos. La psicología de Freud se centraba en las mentes anormales y pretendía desenmascarar la conciencia, incluso la conciencia normal, mostrándola como una marioneta a merced de una serie de impulsos primarios y repulsivos que no nos atreveríamos a reconocer. En lugar de realizar experimentos Freud estudió la mente mediante la exploración clínica, buscando los orígenes ocultos de la conducta humana en el inconsciente, en los residuos primitivos de la infancia y de la evolución que él aseguraba encontrar en los síntomas de sus pacientes, en sus sueños y en las conversaciones terapéuticas que mantenía con ellos.

El carácter de Freud difería notablemente del de los demás fundadores alemanes de la psicología. Freud fue un trasgresor en cuanto rechazaba el orden académico establecido. Ateo orgulloso de su origen judío y gran aficionado a la cocaína[1], deseaba convertirse en el nuevo Moisés, el heroico conquistador y portador de desagradables mandamientos a un pueblo carente de fe.

FREUD Y LA PSICOLOGÍA CIENTÍFICA

Freud presentó el psicoanálisis como una revolución. El psicoanálisis, solía decir, representa la demostración de que el yo humano no era el amo y señor de su propia casa. (sería interesante saber si cuando decía este tipo de cosas estaba bajo la influencia de algún tipo de droga).

  

Freud y la psicología académica

La terminología de Freud y sus ideas esenciales están presentes en todas las corrientes de pensamiento sobre los sentimientos y la conducta humana, sin embargo, la influencia de Freud en la psicología académica ha sido mucho menor.

Los psicólogos de la conciencia rechazaban la existencia del inconsciente, una hipótesis para Freud indispensable. Los conductistas negaban la existencia de la mente en su totalidad. El aislamiento del psicoanálisis con respecto a la psicología académica ha sido fomentado por el desarrollo del psicoanálisis como rama de la medicina (psiquiatría), convertido en hostilidad debido a la rivalidad surgida entre la psiquiatría y la psicología clínica. Como consecuencia de esa hostilidad los doctores en psicología no han tenido acceso a las escuelas de psicoanálisis, lo que continua generando amargos enfrentamientos en la actualidad (la actualidad de cuando se editó el manual, siglo XX???).

 

Freud y el método experimental

Freud compartía una misma meta con los demás fundadores de la psicología: crear una ciencia como todas las demás. No pretendió construir una psicología experimental del inconsciente y no le hicieron mucha gracia los intentos de verificar experimentalmente sus ideas.
La “abundancia de observaciones fiables” sobre las que Freud erigió el psicoanálisis eran sus casos clínicos. Hoy en día tendemos a pensar en el psicoanálisis principalmente como técnica terapéutica, pero Freud no lo veía así.

Freud siempre considero que el psicoanálisis era una ciencia, y que los éxitos terapéuticos eran la marca distintiva de la verdad científica. Según Freud una terapia es eficaz, si y sólo si la teoría científica de la que deriva es verdadera (supongo que cuando decía eso estaba bajo los efectos de la cocaína). Consideraba las conversaciones con sus pacientes como datos científicos, y la sesión analítica como un método válido de investigación (en el mismo nivel que el método científico).

El éxito terapéutico no era un fin, constituía la prueba de que la teoría del psicoanálisis era cierta. El rechazo de la metodología experimental contribuyó a aislar el psicoanálisis. Los psicoanalistas pretendían reemplazar la introspección de sillón por la “introspección de diván”, ¿estaba Freud sustituyendo un mal método por otro aún peor?, después de todo, el observador introspectivo del psicoanálisis es el paciente, un individuo enfermo que desea que le curen su neurosis, no un observador entrenado y comprometido con el avance de la ciencia.

 

EL ORIGEN DEL PSICOANÁLISIS: 1884-1899

Freud y la biología

Al igual que otros psicólogos fundacionales, a Freud le atrajo en un principio la idea de enfocar la psicología desde la fisiología. Freud compartía con Wundt y otros fundadores de la psicología su formación y ambición como fundador. Freud estudió medicina y llevo a cabo importantes trabajos en los campos de la anatomía y fisiología.

Una vez que Freud inició su práctica clínica y comenzó a desarrollar el psicoanálisis como ciencia y como terapia, el camino a través de la fisiología le atrajo también por otros motivos:

  • Una acusación razonable que podría realizarse contra una ciencia que se basa en las conversaciones con pacientes neuróticos es la de caer en el localismo cultural. Se supone que la ciencia debe descubrir verdades universales, en el caso de la psicología, esto supone descubrir leyes de la conducta humana que transciendan todas las culturas y épocas. Sin embargo, si los resultados terapéuticos se utilizaban para elaborar una teoría fisiológica de la mente y la conducta humanas, se podrían eludir las acusaciones de localismo cultural. Después de todo, los sistemas nerviosos humanos existen aparte de la cultura, por lo que una teoría elaborada en el plano nervioso si podría reivindicarse como verdad universal.
  • Para Freud el mayor atractivo de dirigirse a la ciencia pasando por la fisiología tenía que ver con su condición de neurólogo clínico. En la época de Freud, las neurosis se concebían como un trastorno principalmente nervioso y la neurosis más común con diferencia era la histeria. En los tiempos de Freud, se creía que los síntomas físicos de la histeria provenían de un trastorno desconocido del sistema nervioso. En el mundo pos–freudiano, la histeria se llama trastorno disociativo, y se define por una serie de síntomas físicos con una causa psicológica; pero en los tiempos de Freud, se creía que los síntomas físicos de la histeria (como la parálisis o fallos de percepción sensorial) provenían de un trastorno desconocido de sistema nervioso.

El camino fisiológico de Freud hacia la psicología científica quedó claramente reflejado en un manuscrito que no llego a terminar, su Proyecto de psicología para neurólogos:

  • Estudiar qué forma toma la teoría del funcionamiento de la mente si se tienen en cuenta consideraciones cuantitativas.
  • Descubrir oculto en la psicopatología algún beneficio para la psicología normal.

En su trabajo clínico, terminó distinguiendo entre “neurosis reales” y “psiconeurosis”. Las neurosis reales eran verdaderas enfermedades físicas causadas por “exceso o deficiencia de determinadas toxinas nerviosas”, originadas normalmente por la masturbación. Las “psiconeurosis”, entre ellas la histeria, tenían causas “psicógenas”, y dependen del funcionamiento de los complejos de ideación inconsciente (reprimidos).

Freud, la biología evolutiva y el giro a la sexualidad

Freud abandonó su Proyecto (Proyecto de psicología para neurólogos) porque no consiguió encontrar un mecanismo compatible con la tesis principal que le guiaba en el descubrimiento del origen de las neurosis. Tanto en su teoría de la seducción como más adelante, mantuvo siempre que la causa final de los síntomas neuróticos del ser humano adulto consistía en un pensamiento desagradable o un trauma de la infancia. En el momento en que se produce, este suceso o pensamiento no tiene ningún efecto patológico, pero permanece en estado de latencia y reaparece inconscientemente en forma de síntomas años después.

Freud abandonó el enfoque neurológico (dejó de buscar la causa de las psiconeurosis en la mecánica fisio-química del sistema nervioso) por la importancia que le daba a la etiología de los síntomas, sin renunciar por completo a la biología (nunca abandonó la búsqueda de una base orgánica del desarrollo psicológico neurótico y normal).

Pasó de de la biología fisiológica mecanicista a la biología evolucionista lamarckiana para explicar el desarrollo humano. La mayoría de los científicos de le época aceptaban la “ley biogenética[2]” de Ernst Haeckel (1834 – 1919). Freud amplió la ley biogenética para incluir el desarrollo psicológico. Considero las fases del desarrollo psicosexual como una recapitulación de la vida sexual de las especies que nos han precedido, ¡incluida una etapa de latencia que recapitularía la era glacial! En mi opinión cuando hacia ese tipo de afirmaciones ( …era glaciar) a lo mejor es que ese día se le fue la mano con la cocaína.

La teoría de la recapitulación de Haeckel permitía explicar el desfase temporal entre los acontecimientos que provocan la histeria y su manifestación sintomática. En este punto de su carrera, Freud pensaba que la histeria estaba provocada por abusos sexuales padecidos en la niñez, sin que el abuso provocara efectos patológicos inmediatos porque no se hallaba adecuado a su estadio evolutivo: como la víctima era aún asexual, la experiencia no tenía para ella ningún significado; sólo cobrara significado cuando, en la vida adulta, aparecía la sexualidad; entonces la memoria reprimida producía un efecto tóxico y desencadenaba la histeria en el paciente.

El instinto sexual era esencial en la nueva concepción biológica de la conducta y el desarrollo humano de Freud. El sexo proporcionaba una base sólida sobre la que construir una psicología científica verdaderamente universal y naturalista, ya que no era nada específico de una raza o cultura particulares.

Freud quería una psicología exenta de todos los factores culturales científicamente irrelevantes. La universalidad del impulso sexual le proporcionó la base necesaria. Freud siempre supuso que la lista de las necesidades biológicas era breve: hambre, sed, auto-conservación, sexo, y posteriormente también agresividad.

Freud adopto una concepción biológica reduccionista y simplificadora de la motivación, aceptó una breve lista de impulsos[3] y tuvo que mostrar como la conducta que no estaba directamente provocada por éstos sí lo estaba, en realidad, de forma indirecta. Esto resulta difícil en los casos de hambre, sed y autoconservación, puesto que su satisfacción es necesaria para la supervivencia del organismo. La sexualidad, en cambio, es un motivo poderoso cuya satisfacción puede posponerse e incluso abandonarse, el sujeto es menos feliz, pero no muere por ello.

La sexualidad es el impulso biológico más susceptible de ser desplazado desde la satisfacción sexual a actividades más creativas y socialmente aceptables o a neurosis. Freud no fue el primero ni el único en considerar el sexo como la causa oculta de los logros humanos (Schopenhauer y alguno más), sin embargo, fue Freud quien convirtió la sublimación de la sexualidad en una parte de una teoría general de la mente y la conducta humana.

Además, el impulso sexual es aquel en cuya regulación mayor interés pone la sociedad. Todas las sociedades establecen reglas sobre el tipo de personas que pueden ser elegidas como pareja sexual o cónyuge. Freud consideraba que la sociedad intentaba así reorientar el sexo para desviarlo de su objetivo original y conducirlo hacia otros más civilizados, pero en lugar de ello, lo que ha logrado con frecuencia ha sido originar neurosis.

El sexo desempeñaba un papel esencial en la formación de neurosis, proporcionando así a la ciencia de Freud una base biológica. En el caso de las “neurosis reales”, el “factor sexual es el factor de causa esencial” (Freud, 1908/1953), ya que las “toxinas nerviosas” que provocan este tipo de trastornos se generan a causa de las prácticas sexuales inapropiadas, como la masturbación o la abstinencia sexual. La situación es diferente en el caso de las “psiconeurosis”, la sexualidad desempeña una función más psicológica. El factor más puramente biológico de la psiconeurosis era el estado previo del sistema nervioso, porque la “influencia hereditaria es más acusada” que en las “neurosis reales”. La sexualidad entraba en juego como el factor que actúa sobre el sistema nervioso y causa los síntomas de la histeria.

En la primitiva teoría de Freud, la seducción sexual experimentada por un niño daba lugar al trauma que generaría más tarde la neurosis. En su teoría posterior, eran las fantasías sexuales de la infancia las que constituían las semillas de las neurosis adultas.

 

Freud como reformador sexual

Freud terminó considerando el sexo como el principal motivo en la vida del ser humano. El sexo proporcionaba una base orgánica a las neurosis y una base biológica universal para su psicología teórica. Otra razón fue su “descubrimiento” de la sexualidad infantil como causa originaria de las neurosis. Encontramos una tercera razón en la historia social: para los hombres y mujeres de la época de Freud la sexualidad era un tema complicado.

La cultura y la religión no eran demasiado tolerantes con ciertos placeres, especialmente contra el placer sexual, y sobre ellos pesaba la opresión de un gran sentimiento de culpabilidad, estaban atrapados entre su severa conciencia y las irresistibles tentaciones.

Freud describió la causa más habitual de la impotencia como la incapacidad de los hombres de amar a quien desean y desear a quien aman, y no solo porque las relaciones sexuales con la propia esposa pudieran dar lugar a tener descendencia (como que no diferenciaba entre sexo y amor).

El Freud clínico señalaba el sexo como el origen de los problemas de sus pacientes porque, en el contexto de aquella época, éstos se enfrentaban a grandes dificultades para conciliar el sexo con sus aspiraciones económicas y morales.

Freud como médico: el estudio de la historia

El trastorno “neurótico” más frecuente en los tiempos de Freud era la histeria. El diagnóstico más antiguo se remontaba hasta la época de la antigua Grecia Hystéra (útero) y durante mucho tiempo se pensó que sólo las mujeres podían padecer histeria, puesto que ellas sólo tienen útero.

En el S. XIX, la medicina, incluidas psiquiatría y neurología, estaba empezando a asentarse sobre unas bases científicas, a medida que empezaban a vincularse las enfermedades a las patologías correspondientes. Sin embargo, aún eran muchos los síntomas y signos de enfermedades que no podían relacionarse con ninguna patología orgánica. La histeria se convirtió en una especie de cajón de sastre diagnóstico para este tipo de síntomas.

Independientemente de cuál fuera la realidad subyacente de la «histeria», los médicos del siglo XIX empezaron a considerar la como una enfermedad física de origen desconocido. En 1896 Freud presentó un trabajo sobre la histeria ante la Sociedad de Psiquiatría y Neurología en el que expresaba por primera vez su idea de que la histeria tenía una etiología psicológica; concretamente sexual. Es curioso que ese trabajo fuese calificado como “cuento de hadas científico” por Richard Von Krafft-Ebing, el mayor estudioso de psicopatologías sexuales del momento.

Desgraciadamente para los pacientes, la etiología física de la histeria prescribía tratamientos físicos por misteriosa que fuera la enfermedad. A menudo, los tratamientos de la histeria eran extremadamente «heroicos». El tratamiento principal era la “electroterapia”, otras terapias consistían en impedir la respiración del paciente, golpearle con toallas mojadas, ridiculizarla, someterla a duchas de agua fría, insertarle tubos por el recto, aplicarle calor en la columna vertebral, y, en los casos “intratables” practicar ovariotomías y cauterizaciones del clítoris. Los tratamientos de algunos trastornos masculinos eran igualmente “heroicos” incluyendo, por ejemplo la cauterización[4] de determinadas partes de los genitales.

Hay que tener en cuenta que la medicina estaba comenzando a basarse en la investigación científica. Los médicos ya habían descartado algunas antiguas teorías sobre las enfermedades, pero apenas estaba empezando a desarrollar otras mejores. No obstante, tienen que seguir tratando a sus pacientes, por lo que recurrían a cualquier tratamiento que pudiera funcionar.

Un cambio importante en la concepción de la histeria comenzó con Charcot, cuyas ideas fueron importadas por Freud a Viena tras estudiar con el entre 1885 y 1886. Aunque Charcot continuaba creyendo que había un factor hereditario y orgánico en la histeria, también afirmaba que ésta tenía una importante causa psicológica, abre una nueva dimensión de la histeria: La histeria como trastorno construido históricamente. Charcot creía que la histeria era una enfermedad unitaria con una única patología subyacente (una conmoción traumática en un sistema nervioso hereditariamente débil) y un conjunto exclusivo de sistemas que la definen, suponía que la histeria, como la tuberculosis, era una enfermedad que existía al margen de la medicina de la época, esperando una descripción precisa y un tratamiento eficaz.

Muchos historiadores creen hoy que la histeria no era una enfermedad preexistente descubierta por la medicina, sino un rol social elaborado por la medicina y adoptado por los pacientes sugestionarles como una manera de encontrar sentido a sus vidas. En la historia de la psicología la histeria aparece vinculada al hipnotismo. Los fenómenos hipnóticos serán todo lo que el hipnotizador quiera que sea y lo que el sujeto espere que sean. De igual modo, los síntomas de la histeria eran lo que los médicos aseguraban que eran en sus manuales de diagnóstico y lo que los pacientes esperaban que fuera una vez que habían aceptado el diagnóstico de histeria. Ni en el hipnotismo ni en la histeria había una enfermedad subyacente o un estado mental (y mucho menos neurológico) definido.

La historia de la histeria nos aporta una de las lecciones fundamentales que debemos aprender de la historia de la psicología. La ciencia psicológica representa la lucha por descubrir la naturaleza humana pero ni la naturaleza humana ni la psicopatología humana existen totalmente sin sociedad. Freud averiguó que la hipnosis no era la única manera de descubrir deseos e ideas inconscientes, los pacientes pueden ir descubriendo poco a poco su inconsciente a lo largo de una serie de sesiones de conversación desinhibida, guiada por las interpretaciones del terapeuta. En 1896, Freud utilizó por primera vez el término «psicoanálisis» para describir su nueva técnica no hipnótica.

La obra «Estudio sobre la histeria» marca la transición de Freud desde su concepción estrictamente fisiológica de la mente y la psicopatológica a la denominada «psicología pura» del psicoanálisis. En esta obra publicada junto a Breuer, aparecen por primera vez las causas inconscientes para explicar los síntomas histéricos (traumas emocionales reprimidos). Más tarde Freud se distancio de Breuer al igual que hizo con otros colaboradores, en mi opinión parece ser que Freud era un tipo con un ego de esos que deja poco espacio para nada más y poco dado a compartir.

El error de la teoría de la seducción y la creación del psicoanálisis

No era la sexualidad sin más, sino la sexualidad infantil, a lo que Freud atribuía la raíz de las neurosis. Si para algunos de los contemporáneos de Freud la importancia que éste concedía al sexo resultaba chocante, eran muchos más los que encontraban chocante su énfasis en la sexualidad infantil. Afirmar la existencia de sentimientos sexuales en la infancia era esencial en la estrategia psicoanalítica para explicar la conducta humana. Sin impulsos sexuales infantiles no habría complejo de Edipo, cuya feliz o desdichada resolución era determinante de la posterior normalidad o neurosis. La sexualidad infantil y el complejo de Edipo desempeñaban también una función esencial en la idea misma de la psicología profunda. Freud localizaba las causas de la neurosis (y, por lo tanto, de la felicidad) íntegramente en la mente de sus pacientes. Según él, la causa última de los problemas de sus pacientes no se encontraba en su situación personal, sino en los sentimientos que habían tenido durante la infancia. Por consiguiente, la terapia consistía en ajustar la vida interior del paciente, no en cambiar las circunstancias en las que vivía. La buena salud del paciente dependía de que éste resolviera las dificultades que había tenido a la edad de cinco años, no las dificultades a las que se enfrentaba en ese momento.

Como resultado de la afirmación acerca de los deseos sexuales en los niños y la inclinación a darle una mayor importancia a las fantasías infantiles relacionadas con estos deseos, Freud elabora la teoría del complejo de Edipo, en la cual el seductor pasa a ser el niño, uno de los padres es objeto de amor y el otro, el rival, objeto del odio infantil, formando el triángulo edípico, (Freud, 1906). Las fantasías toman un lugar privilegiado en la teoría, ya no es necesario demostrar que tan real es el discurso de los pacientes, lo importante ahora es el análisis de una realidad interna.

Parece que comienza a llegarse a un consenso entre los historiadores y críticos del psicoanálisis sobre qué ocurrió realmente en el episodio del error de la teoría de la seducción. Parece que o bien Freud indujo a sus pacientes a contar aquellas historias de seducción infantil, o bien se las atribuyó y mintió luego acerca de todo el episodio de la seducción. El error de la seducción fue el fruto de combinar las creencias de Freud con unas agresivas técnicas terapéuticas.

Al menos en sus primeros casos, Freud se mostraba extremadamente directivo e interpretativo, apabullando a los pacientes con interpretaciones sexuales de su estado y agotándolos hasta que éstos terminaban aceptando la interpretación que el psicoanalista hacía de su conducta, Freud disfrutaba[5] obligando a sus pacientes a aceptar lo que él consideraba la verdad, e interpretaba cada resistencia como un indicio de que estaba acercándose cada vez más a un gran secreto.

Aunque en este curso este epígrafe no ha sido suprimido me da que es un error puesto que no tiene sentido sin el resto de epígrafes eliminados, por eso he cogido un poco de todos ellos para darle un poco de sentido y que se medio entienda.

 

EL PSICOANÁLISIS CLÁSICO: 1900-1919

La obra fundacional: La interpretación de los sueños (1900)

Freud consideraba La interpretación de los sueños como su obra maestra. Para Freud los sueños no son experiencias sin sentido, sino que constituyen “la vía regia hacia el inconsciente”: un indicio de los más recónditos recovecos de la personalidad. La idea de que los sueños tenían sentido no era nueva, como el propio Freud reconocía, pero no se acomodaba a la opinión académica aceptada en la época. La mayoría de los pensadores, entre ellos Wundt, concedían poca importancia a los sueños, ya que los consideraban sólo confusas versiones nocturnas de los procesos mentales presentes en estado de vigilia. Freud se alineó en cambio con los filósofos y chamanes al considerar los sueños, afirmaciones simbólicas de una realidad inalcanzable a la experiencia durante la vigilia.

La tesis de Freud era que todos llevamos en nuestro interior deseos reprimidos que intentan constantemente lograr el acceso al control de la conducta. Cuando estamos despiertos, nuestro Ego o Yo consciente reprime tales deseos; pero cuando dormimos, la conciencia enmudece y la represión se debilita. Si nuestros deseos reprimidos consiguieran escapar completamente la represión, nos despertaríamos y recuperaríamos el control. Los sueños son un compromiso que nos permiten dormir, ya que son expresiones alucinatorias y disfrazadas de las ideas reprimidas. Freud afirmaba que todos los sueños son realizaciones de deseos, es decir, una expresión disfrazada de deseos inconscientes. Esta característica de los sueños es la que los convierte en la vía regia hacía el inconsciente: si podemos descifrar un sueño y averiguar su significado oculto, habremos recuperado parte del material reprimido que nos hace neuróticos. Además, la existencia de los sueños demuestra que no se puede establecer una clara línea divisoria entre la vida mental neurótica y normal porque todos los seres humanos reprimen deseos que les resultan desagradables.

La teoría de los sueños de Freud sugería una manera de ampliar el psicoanálisis a la interpretación de mitos, leyendas y obras de arte. En las décadas siguientes, el psicoanálisis ejerció una gran influencia en la crítica literaria. También proporcionó un modelo general de la mente como un sistema de diversas capas en el que el inconsciente da forma al pensamiento y a la conducta según un peculiar conjunto de reglas y puso las bases de la función desenmascaradora del psicoanálisis que tan importante iba a ser en su empleo hermenéutico[6] por parte de los críticos literarios y sociales posteriores.

Según el psicoanálisis los sueños (y por extensión los síntomas neuróticos, los lapsus linguae y toda la conducta civilizada), nunca son lo que parecen porque están motivados por bajos e indecentes deseos agresivos y sexuales. En manos de los críticos literarios, el psicoanálisis podía utilizarse para defender que las obras de arte no son nunca lo que parecen, que expresan y al mismo tiempo ocultan las necesidades y conflictos más profundos del artista (o del público, si se trata de una obra popular o controvertida). Para los críticos sociales, el psicoanálisis sugería que las prácticas, instituciones y valores sociales existían para hacer cumplir y a la vez ocultar el dominio de sistemas de valores reprobables (generalmente el capitalismo) y de elites reprobables (generalmente los hombres blancos). En terapia, arte y política, la línea argumental del psicoanálisis colocaba tanto al terapeuta como al crítico en una posición privilegiada por encima de los subterfugios del inconsciente, convirtiéndolo en la única persona capaz de revelar la verdad y sacar del error a los clientes, al público y a los ciudadanos.

La teoría clásica de la motivación: Tres ensayos sobre teoría sexual (1905)

Aunque Freud desarrolló sus ideas sobre la sexualidad infantil y el complejo de Edipo en la década de 1890, no las hizo publicar hasta 1905, en un grupo de tres breves conferencias que se publicaron con el título «Tres ensayos sobre teoría sexual«.

En estos ensayos podemos observar lo increíblemente limitada que era la concepción de la motivación humana de Freud. Los psicólogos anteriores habían postulado un amplio abanico de deseos humanos, desde el deseo de gloria de los antiguos griegos, pasando por la rica psicología de las facultades de los escoceses, hasta Franz Joseph Gall. Incluso el parco empirista David Hume atribuía al ser humano motivos exclusivos como el sentido moral, y los utilitaristas definían el placer y el dolor de forma muy amplia. Freud, en cambio, aseguraba que el ser humano no tenía motivos que no compartiera con los animales, y su lista de motivos animales era muy breve: sexo, hambre, sed y defensa propia. Posteriormente añadió la agresión, pero en los Tres ensayos el sexo ocupaba el lugar central y predominante.

En su primer ensayo, Freud sostiene dos tesis sobre las aberraciones sexuales. En primer lugar, «no cabe duda de que hay algo innato en las perversiones, pero… es algo innato para todos». Lo que la sociedad denomina “perverso” es sólo el desarrollo de uno de los componentes del instinto sexual, una actividad centrada en una zona erógena distinta de los genitales. En segundo lugar “todas las neurosis son perversiones”, es decir, todas las neurosis tiene una base sexual y surgen de la capacidad del paciente para manejar algún aspecto de su sexualidad. Todas las neurosis surgen de la represión de la sexualidad.

En el segundo ensayo Freud exponía por fin al mundo sus ideas sobre la sexualidad infantil y el concepto de Edipo que había desarrollado durante el episodio del error de la teoría de la seducción.

En el tercer ensayo, Freud pasaba a ocuparse de la sexualidad adulta, que comienza en la pubertad, el período entre los cambios de la maduración activan y modifican los instintos sexuales que habían estado inactivos hasta entonces. Llegado este momento, en una persona sana el deseo sexual se dirigirá a una persona del sexo opuesto teniendo como meta la relación genital y reproductora. En los individuos perversos, el placer asociado a algún instinto infantil es tan intenso que sustituye por completo a la actividad genital. El neurótico se ve superado por las exigencias sexuales adultas y convierte sus necesidades sexuales en síntomas. El tratamiento que hacía Freud del desarrollo psicosexual sugería a sus lectores que criar a un niño sano (es decir, ni neurótico ni perverso) era algo extremadamente difícil. Así, Freud contribuyó al ascenso de la psicología aplicada: los psicólogos escribían libros y daban consejos sobre algo que los padres habían estado haciendo durante milenios, pero ahora los padres se temían que lo habían estado haciendo mal. Al parecer, no podían fiarse de su intuición, sino que debían recurrir a la ciencia en busca de consejo sobre cómo educar a sus hijos.

La teoría clásica de la personalidad

El concepto de inconsciente psicológico es el único verdaderamente indispensable del psicoanálisis. Freud propuso dos teorías sobre el inconsciente: La primera ha recibido el nombre de modelo topográfico porque concibe la mente como un espacio en el que las ideas se mueven entre la conciencia y el inconsciente. El modelo topográfico era la versión que laboró Freud del Camino de las Ideas propuesto por Descartes, Locke y los filósofos que les sucedieron. Pero la idea de un inconsciente mental era muy controvertida en psicología.

La hipótesis de los estados mentales inconscientes no era la dominante entre los psicólogos académicos, para quienes la mente y la conciencia eran conceptos de la misma extensión. El más importante profesor de filosofía de Freud, Franz Brentano, rechazaba el inconsciente, y el destacado psicólogo estadounidense William James (1890) se sumaba a esa postura. A Brentano y a James les unía la defensa de lo que Brentano llamaba la “doctrina de la infalibilidad de la percepción interna” y James “esse est sentiri”. Según esta concepción, las ideas de la conciencia no se componían (en lo que James llamaba el taller mecánico kantiano del inconsciente) de elementos mentales más simples. La concepción de la Gestalt era similar, pues defendía que las totalidades complejas se daban directamente en la conciencia, sin que hubiera ninguna maquinaria mental oculta entre bastidores de la experiencia.

Ni Brentano ni James negaban la validez de un uso puramente descriptivo del término “inconsciente”. Reconocían que la conducta o la experiencia pueden estar determinadas por factores de los que el ser humano no se da cuenta, pero creían que la existencia de causas inconscientes de la experiencia y la conducta no obligaban a postular la existencia de estados mentales inconscientes. Proponían en cambio varios mecanismos alternativos por los que la experiencia y la conducta podrían configurarse inconscientemente. James señaló que la conciencia es un proceso cerebral, y que no somos conscientes de los estados de nuestro cerebro. El cerebelo, por ejemplo, nos mantiene erguidos, pero para explicar esta postura no hay que suponer que el cerebelo está calculando leyes físicas inconscientemente. De la misma manera, los recuerdos que no están presentes ahora en la conciencia existen como huellas en el cerebro, esto es, como disposiciones a hacerse conscientes esperando ser activadas (James, 1890). En 1960, George Sperling mostraría que, en el experimento de percepción de letras de Wundt, las letras aprehendidas eran percibidas brevemente, pero los sujetos las olvidaban en el tiempo que tardaban en pronunciarlas. Los sueños o recuerdos que no podemos recuperar no son necesariamente inconscientes por haber sido reprimidos, sino que pueden ser “inconscientes” porque se han olvidado (James, 1890). Por último, algunos fenómenos como el hipnotismo y la existencia de personalidades múltiples pueden explicarse por la disociación de la conciencia más que por la existencia del inconsciente. Es decir. que en el cerebro de un único individuo puede haber dos conciencias distintas, independientes y ajenas la una de la otra, en vez de una sola conciencia acosada por fuerzas inconscientes.

James, y otros psicólogos consideraban científicamente peligroso postular la existencia de un inconsciente. Porque el inconsciente, por definición, no puede ser examinado o inspeccionado, y puede convertirse fácilmente en la base sobre la que erigir teorías inconsistentes.

Freud expuso detalladamente su concepción de la mente inconsciente en «Lo inconsciente» donde ofrecía dos argumentos principales para postular la existencia de un ámbito mental inconsciente:

  • La primera «prueba incontrovertible» era la afirmación de Freud del éxito terapéutico del psicoanálisis. Él sostenía que una terapia funcionaba sí, y sólo si, se basaba en una teoría verdadera de la mente. Freud utilizo este argumento como una de las razones para abandonar su teoría de la seducción sobre la histeria.
  • Su segundo argumento para creer en la existencia del inconsciente se basaba en la cuestión filosófica de las otras mentes planteada por Descartes. Que conducía a suponer una segunda conciencia. Freud defendía que, al igual que inferimos la presencia de la mente en las demás personas a partir de «acciones y manifestaciones orales observables», deberíamos hacer lo mismo en lo que respecta a nuestra propia mente. «Todas las acciones y manifestaciones que percibo en mí mismo deben juzgarse como si perteneciera a otra persona», como si hubiera otra mente dentro del yo. Según Freud, esta otra conciencia posee características que nos resultan «extrañas e incluso increíbles», hasta el punto de que es preferible considerarlas como propias, no de una segunda conciencia, sino de procesos mentales inconscientes.

Freud pasó a distinguir varios sentidos del término «inconsciente»:

  • Descriptivo: Hace referencia al hecho de que no siempre somos plenamente conscientes de las causas de nuestra conducta.
  • Topográfico: Se refiere a la existencia de un espacio mental inconsciente (el inconsciente), en el que residen las ideas y los deseos cuando no están presentes a la conciencia. En el inconsciente se registran todas las percepciones y pensamientos, donde se comprueba si son o no aceptables para la conciencia, es decir, la censura; Si los pensamientos y percepciones pasan esa censura pasan al preconsciente, donde se acumulan las ideas capaces de convertirse en conscientes. Más importante y de mayor interés psicoanalítico era el destino de las ideas o deseos que no superaban el examen del censor mental.
  • Dinámico: Esta condición se crea por la represión. Estas ideas y deseos suelen ser muy intensos y están constantemente procurando manifestarse. No obstante, como son repugnantes, deben ser obligados a permanecer en el inconsciente. La represión consiste en el acto de impedir activa y enérgicamente el acceso a la conciencia de los pensamientos inaceptables.

REVISIÓN Y AMPLIACIÓN DEL PSICOANÁLISIS: 1920 1939

En la década de los años veinte Freud revisó sus teorías de la motivación y de la personalidad de manera tan drástica que no todos los analistas posteriores la aceptaron. En la década de 1930 escribió dos libros muy leídos en los que aplicaba el psicoanálisis al futuro de la religión y de la sociedad.

Las revisiones

El problema de la agresión: Más allá del principio del placer (1920)

En 1905, cuando escribió «tres ensayos sobre teoría sexual», Freud concluía que el que uno terminara siendo un adulto sano, neurótico o sexualmente «perverso» dependía de los pensamientos sexuales se hubiera tenido en la infancia y, sobre todo, que hubiera resuelto el complejo de Edipo. La represión era un factor central en este concepto del inconsciente dinámico que contenían los deseos subyacentes a los síntomas, los sueños y los lapsus linguae[7]. Aun así, como la represión era un acto continuo de negación del acceso a la conciencia de los deseos sexuales inaceptables, quedaba pendiente de resolver el problema de explicar el origen de la energía mental utilizada para llevar a cabo esa represión de la libido. Freud propuso como “hipótesis de trabajo” la existencia de dos grupos de “instintos primarios”: “el Yo (o instintos de conservación) y los instintos sexuales”. Los instintos del Yo utilizan su energía para defenderse de los deseos impulsados por los instintos sexuales, esto es, para reprimirlos. De acuerdo con esta formulación, la mente descrita por el psicoanálisis se convertía en un campo de batalla cuyos contemporizadores resultados eran los pensamientos conscientes y la conducta.

En 1920 Freud revisó su teoría de la motivación en su obra Más allá del principio del placer. Quizás a causa de su propio sufrimiento (padecía un cáncer incurable de mandíbula, por el que hubo de ser operado varias veces, y su hija Ana tenía que cambiarle todos los días una prótesis de mandíbula, lo que le provocaba enormes dolores) o debido a la carnicería que fue la Primera Guerra Mundial, Freud fue adoptando una postura cada vez más pesimista sobre la naturaleza humana. En Más allá del principio del placer propuso que “el objetivo de toda vida es la muerte”.

El argumento de Freud se basa en su concepción de los instintos como impulsos y de la conducta como motivada por la reducción de los impulsos. Los instintos insatisfechos dan origen a estados de excitación que el organismo intenta reducir con una conducta que los satisfaga. La satisfacción es sólo temporal, por lo que, tras un período de tiempo, el instinto debe satisfacerse de nuevo, lo que genera un proceso cíclico de excitación y satisfacción que Freud denominó compulsión repetitiva. Por lo tanto, parece que el estado óptimo que busca todo ser vivo es la completa relajación, la liberación de toda excitación. El ciclo de la compulsión repetitiva se interrumpe con la muerte, momento en que el objetivo de la vida (reducir la tensión) se alcanza de forma permanente.

Postular el deseo de muerte ofrecía una solución al problema de la agresión. Según la primera teoría de Freud, los actos agresivos se producían a causa de la frustración del Yo o de las necesidades sexuales. Así, los animales luchaban para defenderse o para conseguir comida, agua, territorio u oportunidades para reproducirse. Según la nueva teoría, la agresión era un impulso autónomo. Igual que los instintos sexuales pueden ser reorientados y apartados de su objetivo biológico propio, el instinto de muerte también puede ser desviado de ocasionar la muerte al organismo.

La nueva teoría de Freud no consiguió la aceptación generalizada de los psicoanalistas posteriores, que preferían la anterior concepción de Freud, menos pesimista, de la naturaleza humana. No obstante, ambas teorías de la agresión aparecen en la psicología no psicoanalítica posterior. La primera concepción de la agresión entendida como consecuencia de la frustración se pone de manifiesto en la hipótesis de la frustración-agresión de la teoría del aprendizaje[8] (Dollard, Doob, Miller, Mowrer & Sears, 1939): la segunda concepción de la agresión como parte necesaria de la naturaleza ha sido resucitada por los etólogos, que insistieron en el valor adaptativo del impulso agresivo (Lorenz, 1966), aunque no lo consideraran un impulso suicida.

Las estructuras de la personalidad: el Yo y El Ello (1923)

En Lo inconsciente, Freud había desarrollado los usos descriptivo, topográfico y dinámico del inconsciente. Pero en su tratamiento del inconsciente estaba implícito un significado estructural adicional que Freud elaboró hasta dar lugar a una nueva concepción de la personalidad no como un espacio, sino como un conjunto de estructuras que interactúan entre sí. El inconsciente no era simplemente un lugar en el espacio (uso topográfico) que contiene pensamientos fácilmente accesibles (el preconsciente) y pensamientos reprimidos (el inconsciente dinámico). Se trata también de un sistema mental distinto de la conciencia que sigue sus propios principios fantásticos. En contraste con la conciencia, no rige en él la lógica, es emocionalmente inestable, vive tanto en el pasado como en el presente y no tiene ningún contacto con la realidad exterior.

La concepción sistemática o estructural del inconsciente fue ganando importancia para Freud, y fue central en la reestructuración que hizo más tarde de su imagen de la mente. El modelo topográfico de la mente como conjunto de espacios (consciente, preconsciente e inconsciente dinámico) fue sustituido por un modelo estructural. Según la nueva teoría, la personalidad se componía de tres sistemas mentales diferentes. El primero era el Ello innato, irracional y orientado hacia la satisfacción (la antigua concepción del inconsciente). El segundo era el Yo aprendido, racional y orientado hacia la realidad (el consciente y el preconsciente). El tercero era el Superyó irracional y moralista (la censura), compuesto de imperativos morales heredados por la evolución lamarckiana. La antigua dicotomía conciencia-inconsciente, afirmó Freud, “empieza a perder relevancia” con la adopción del punto de vista estructural.

Las ampliaciones

Durante la última década de su vida, Freud comenzó a aplicar el psicoanálisis a grandes cuestiones históricas y culturales.

El porvenir de la ilusión (1927)

En «El porvenir de una ilusión» Freud defendía que la religión es una ilusión, un intento colectivo de realización de deseos. La religión, decía, no se basa más que en nuestros sentimientos infantiles de indefensión y en el consiguiente deseo de ser protegidos por un padre todopoderoso que se convierte en Dios. Además, para Freud, la religión era un una ilusión peligrosa porque sus enseñanzas dogmáticas atrofian del intelecto y mantiene a la humanidad en el estado infantil. La religión es algo que el ser humano debe superar desarrollando recursos científicos que se sostengan por sí mismos.

El malestar en la cultura (1930)

Al comienzo de «El malestar en la cultura» Freud escribió: «el sentimiento de culpabilidad constituye el problema más importante del desarrollo de la cultura, y… el precio que pagamos por nuestro progreso cultural es la pérdida de felicidad mediante la intensificación del sentimiento de culpa».

El tema central es la infelicidad de los civilizados. Todos los seres humanos persiguen la felicidad y, según Freud los sentimientos de felicidad más intensos proceden de la satisfacción directa de nuestros deseos instintivos, especialmente los sexuales. La cultura, sin embargo, nos exige renunciar en gran medida a dicha satisfacción directa y sustituirla por otras actividades culturales. Estos impulsos sublimados aportan menos placer que la satisfacción directa, las personas civilizadas, son menos felices que sus equivalentes primitivos.

A medida que la cultura se desarrolla, la felicidad disminuye. La cultura además impone severos superyós (normas sociales) que cargan de sentimientos de culpa. Por otro lado, la cultura también tiene sus ventajas. Freud temía que, sin algún medio para contener la agresión, la sociedad se disolvería en una guerra de todos contra todos. La cultura es, pues, necesaria para la supervivencia de todos. La cultura, por tanto presenta un dilema para los que Freud no encontraba salida. Por un lado, ejerce de protectora y benefactora de la humanidad, y por otro, exige infelicidad e incluso neurosis como pago de sus servicios.

EL DESTINO DEL PSICOANÁLISIS

A diferencia de la psicológica de la conciencia, el psicoanálisis sobrevive, aunque su prestigio disminuye medida que se averigua que lo trastornos mentales tienen su origen en disfunciones del sistema nervioso y proliferan las terapias alternativas. El joven Freud ahuyentó sus amigos y mentores, mientras que el Freud maduro, fundador y guardián del psicoanálisis, ahuyentó a sus seguidores de mentalidad independiente (Otto Rank, Alfred Adler y Carl Jung). El psicoanálisis postfreudiano vivió una sucesión de cismas cuyo resultado es el panorama actual del psicoanálisis: una torre de Babel. Si la influencia de Freud en la psicología académica fue muy limitada, la de sus primeros seguidores fue prácticamente inexistente.

El psicoanálisis después de Freud

Freud y su círculo

Freud reunió a su alrededor a numerosos discípulos, pero los más importantes abandonaron o fueron expulsados del psicoanálisis. Normalmente, los disidentes rechazaban el énfasis de Freud en la sexualidad, que consideraban excesivo. Alfred Adler (1870-1937), por ejemplo, subrayó los sentimientos de inferioridad y la “voluntad de poder” compensatoria. El más importante de los disidentes de Freud fue Carl Gustav Jung (1875-1961). Antes de estudiar con Freud, Jung ya se había establecido como psiquiatra de fama internacional. A Freud le preocupaba que, como la mayoría de sus seguidores eran judíos, el psicoanálisis tuviera una influencia limitada, por lo que nombró a Jung, que era gentil, su príncipe heredero. Pero las ideas de Jung diferían notablemente de las de Freud, ya que eran más favorables a los intereses religiosos y morales por los que estaban muy influidas. Para Jung, Freud era excesivamente materialista; en su opinión, sólo veía el lado más oscuro de la naturaleza humana, olvidando sus anhelos espirituales. Inevitablemente, Freud y Jung terminaron distanciándose. Jung fue expulsado de su posición de líder del movimiento psicoanalítico y en las últimas cartas que ambos se cruzaron intercambiaron diagnósticos como si fueran insultos.

Freud y sus seguidores

El psicoanálisis continuó desarrollándose como movimiento, como terapia y como teoría de la mente después de la muerte de la primera generación de psicoanalistas. El psicoanálisis continuó dividiéndose, pero pueden observarse dos tendencias generales. La primera fue el desarrollo de versiones del psicoanálisis que restaban poder a los instintos y se concentraban más en la importancia del Yo o Ego (Tagle, 1984). Los psicoanalistas del Yo proponen que la clave del desarrollo de la personalidad reside en diferenciar el Yo del no-Yo. Las personas sanas pasan de un estado de dependencia de los demás a una madura autosuficiencia (lo que Heinz Kohut denomina un “narcisismo sano”). La patología se produce cuando el Yo y el mundo no se diferencian adecuadamente.

La otra tendencia principal en el desarrollo del psicoanálisis es la proliferación de sistemas de análisis que aceptan esencialmente las conclusiones de Popper y renuncian al deseo de Freud de convertir el psicoanálisis en una ciencia. Freud insistía en que el psicoanálisis es una ciencia natural, pero su práctica se asemejaba más a la interpretación literaria que a la investigación científica. Por ejemplo, en la que consideraba su obra maestra, La interpretación de los sueños (1900/1968), Freud ofrecía una teoría de la producción de los sueños basada en su Proyecto. Sin embargo, al interpretar los sueños, Freud empleaba métodos Literarios basados en juegos de palabras, alegorías y simbolismos. La “psicología analítica” rival propuesta por Jung adoptó abiertamente ese enfoque interpretativo de la mente, ya que Jung buscaba patrones universales de simbolismo en la historia y las culturas. Esta forma “hermenéutica” (aunque no siempre jungiana) de psicoanálisis es hoy la que predomina en el psicoanálisis, la crítica literaria y los estudios culturales.

Freud creyó que podía pasar de experiencias particulares y únicas a generalizaciones científicas sobre la naturaleza humana válidas para todo tiempo y Jugar. Por ejemplo, después de fabricarse el temprano recuerdo de haber deseado sexualmente a su madre y haber tenido miedo de su padre, Freud llegó a la conclusión de que se trataba de una experiencia universal, el complejo de Edipo. En vez de concluir que algunos niños tienen a veces estos sentimientos, su devoción por la universalidad científica le llevó a formular una ley universal a partir de un único caso. Actualmente, muchos terapeutas rechazan el procedimiento de Freud, considerando la terapia como la construcción de una narración de la vida del cliente que le solucione su pasado y le haga posible el futuro.

EL LEGADO FREUDIANO

El psicoanálisis ha ejercido una enorme influencia en el siglo XX y las ideas freudianas son ya un lugar común. La idea de la psiquiatría como una “charla curativa” de los trastornos psiquiátricos ha contribuido a la creación de la psicología clínica en la década de 1940, si bien los psicólogos desarrollaron sus propios métodos, como la psicoterapia centrada en el cliente de Carl Rogers y la terapia conductual. No obstante, es cada vez mayor el número de críticos que opinan que el psicoanálisis freudiano debería considerarse como una reliquia de la psicología y psiquiatría decimonónicas.

Material complementario:

Exámenes y test

BIBLIOTECA

[1] la cocaína inhalada produce euforia caracterizadas por locuacidad y aumento de la sociabilidad, aceleración mental, hiperactividad y deseo sexual intenso producido por el consumo de cocaína. Luego de este estado de excitación aparecen periodos de depresión bien marcados, por ello las personas con efecto de la cocaína inhalada tienen cambios de carácter y la hiperexcitabilidad, pasando de la euforia a la apatía o al mal humor.

[2] Teoría de la recapitulación o ley biogenética. Postula que la ontogenia recapitula la filogenia”, es decir, el desarrollo embriológico de cualquier criatura

reproduce o recapitula el camino seguido por su especie a lo largo de la evolución (hoy se sabe que es falso).

[3] Hambre, sed, auto-conservación, sexo y posteriormente también agresividad.

[4] Término clínico usado para describir la quemadura del cuerpo usada para extraer una parte de él.

[5] Página 261 del manual, segundo párrafo, textual.

[6] hermenéutico, ca. (Del gr. ????????????).

  1. adj. Perteneciente o relativo a la hermenéutica.
  2. f. Arte de interpretar textos y especialmente el de interpretar los textos sagrados.
  3. f. Fil. En la filosofía de Hans-Georg Gadamer, teoría de la verdad y el método que expresa la universalización del fenómeno interpretativo desde la concreta y personal historicidad.

[7] Error o tropiezo involuntario e inconsciente al hablar.

[8] Teoría, basada en la primera hipótesis de Freud, según la cual la agresión se produce por la frustración de los instintos. Sin embargo rechazaron (Dollard y otros, 1939) la idea de que la agresividad sea instintiva. Estos autores entendieron que la frustración es el resultado de un bloqueo en la consecución de metas y que la agresión es una acción cuyo fin es hacer daño a otros.

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