D E M O C R A T O P I A

DEL MENTALISMO AL COMPORTAMENTALISMO. La conspiración del naturalismo

DEL MENTALISMO AL COMPORTAMENTALISMO

La psicología había cambiado desde 1897. Wundt y James habían creado una ciencia de la vida mental, el estudio de la conciencia como tal; Freud utilizó la introspección y la inferencia para penetrar en la mente de sus pacientes, tanto en los estados de consciencia como de inconsciencia. Sin embargo, en 1913 el filósofo Warner Fite[1] se encontró con una psicología orientada hacia la conducta, no hacia la conciencia, que trataba a las personas como cosas y no como agentes conscientes. La transición del mentalismo, que define la psicología como el estudio científico de la conciencia, al comportamentalismo, que define la psicología como el estudio científico de la conducta o comportamiento, fue consecuencia inevitable de múltiples factores históricos.

DESPUÉS DE JAMES: LA TEORÍA MOTORA DE LA CONCIENCIA (1892-1896)

El espíritu de la nueva psicología en Estados Unidos estaba en la obra Principios de Psicología, de James, quien aborrecía las actitudes profesionales e incluso comerciales que estaban invadiendo el ámbito académico, y albergaba serias dudas sobre la validez de la psicología científica. A pesar de ello, la psicología estadounidense se erigió sobre su libro. 

Hugo Münsterberg y la teoría de la acción

Hacia 1892 James estaba ya cansado de la psicología y quería abandonarla por la filosofía. Por esta razón, quería encontrar a una persona capaz de sustituirle como psicólogo experimental en Harvard, y toda su atención se centró en Hugo Münsterberg, quien a pesar de haber sido alumno de Wundt no coincidía con su maestro en determinados aspectos que James encontraba atractivos. Al igual que éste, Münsterberg abordaba el problema de la voluntad en términos de retroalimentación a partir de respuestas motoras automáticas a estímulos. Sin embargo, con su “teoría de la acción” desarrolló una minuciosa teoría motora de fa conciencia que acabó de golpe con la voluntad (un paso que James nunca llegó a dar) y redujo la conciencia, que había sido considerada una fuerza activa dirigida a la consecución de unos fines, a una mera espectadora de las acciones de su poseedor.

En el siglo XVIII David Hume había intentado hallar la base psicológica del Yo, pero vio cómo éste desaparecía bajo su mirada introspectiva. Ahora Münsterberg intentaba hallar la base psicológica de la voluntad, y descubría que ésta también era, más que una realidad, una ilusión. La voluntad es un concepto importante de la filosofía y de la psicología popular. Münsterberg cuestionaba el lugar de la voluntad en la psicología científica. Desde los tiempos de Locke se había constatado que no resultaba nada sencillo reconciliar la libre voluntad con el determinismo científico. James había abandonado la psicología por su incapacidad para reconciliar estos dos aspectos; concretamente, parecía no haber cabida para la voluntad en la concepción refleja del cerebro que entonces estaba adquiriendo su máximo desarrollo. Tras los trabajos de Fritsch y Hitzig, parecía no haber lugar para la voluntad: el cerebro producía la conducta simplemente a través la asociación entre los nervios receptores de estímulos y los nervios emisores de respuestas. Hasta donde la fisiología llegaba, no existía necesidad alguna de conciencia: E => Proceso Fisiológico => R, siendo E el estímulo y R la respuesta.

La teoría refleja parecía ser ahora una concepción sostenible sobre cómo se produce la conducta. La teoría de la acción explica que nuestra sensación de voluntad surge porque nos darnos cuenta de nuestra conducta y de nuestras incipientes tendencias a comportarnos de una determinada manera.

Los contenidos de la conciencia vienen determinados por estímulos que inciden en nosotros, por nuestra conducta manifiesta y por los cambios periféricos de músculos y glándulas producidos por los procesos fisiológicos que vinculan el estímulo con la respuesta.

A diferencia de James, a Münsterberg no le asustaban las implicaciones de la teoría motora de la conciencia, y así concluyó que la conciencia es un epifenómeno[2] que no desempeña ninguna función causal en la conducta. La conciencia observa el mundo y las acciones producidas por el cuerpo creyendo erróneamente que los conecta, cuando en realidad es el cerebro quien lo hace. De acuerdo con esta idea, la psicología debe ser fisiológica en un sentido reduccionista y explicar la conciencia mediante los procesos fisiológicos subyacentes, especialmente los periféricos. La psicología aplicada y práctica, un campo en el que Münsterberg era muy activo, debía ser ineludiblemente conductual y explicar la actividad humana como resultado de las circunstancias humanas.

John Dewey y el arco reflejo

La influencia de los Principios de Psicología de James hizo que Dewey abandonase su creencia juvenil en el idealismo hegeliano y comenzase a desarrollar su propia concepción pragmática de la conciencia: el instrumentalismo.

A mediados de la década de 1890 redactó una serie de escritos de gran importancia que, basándose en el libro de James, intenta de combinar la filosofía, la psicología y la ética en un conjunto armonioso. Estos escritos también proporcionaron las nociones centrales de la psicología autóctona de los Estados Unidos: el funcionalismo. Entre ellos, el de mayor importancia fue “El concepto de arco reflejo en psicología”, de 1896. Dewey consideraba que los estímulos, las ideas y las respuestas eran divisiones de trabajo dentro de una coordinación general de la acción en el proceso de adaptación del organismo a su entorno. Al desarrollar su propia teoría motora de la conciencia, Dewey consideró la sensación no como el registro pasivo de una impresión, sino como una conducta que interactúa de forma dinámica con otras conductas que tienen lugar al mismo tiempo.

La teoría motora de Dewey seguía a Hume al prescindir del yo y seguía a Münsterberg al prescindir de la voluntad. Es la conducta en curso, afirmaba Dewey, la que otorga a la sensación su significación e incluso la que determina que un estímulo llegue siquiera a convertirse en sensación. Un estímulo, por tanto, cuenta como sensación y adquiere valor únicamente si está relacionado con la conducta en curso.

James había propuesto un enfoque cerebralista de la mente, pero no había extraído todas las implicaciones de tal perspectiva. Dewey observó que, a menudo, la conducta se dispara sola, sin que produzca sensaciones ni ideas en ningún sentido relevante de la palabra. Únicamente cuando la conducta tiene que coordinarse con la realidad de alguna forma nueva (es decir, cuando tiene que adaptarse) es cuando aparecen la sensación y la emoción. Por ejemplo, un desempleado sin dinero que este escuchando las últimas medidas para la creación de empleo de boca de la ministra de empleo no tiene la necesidad de adaptarte puesto que sabe que esa persona es una mentirosa (le ha mentido tantas veces que ya no le cree nada), en cambio si lo que están contando en las noticias tiene que ver con la salida de España de la familia real y la proclamación de la IV República, esa persona necesita coordinar urgentemente su conducta con la proclamación de la Republicana y así es cómo este sonido ocupa toda su conciencia. Es más, el desempleado sentirá emociones, miedo, aprehensión y sobre todo ilusión y esperanza en un futuro mejor y más justo. Dewey afirmaba que la emoción es un síntoma de conflicto entre distintas disposiciones a la acción: en el caso del desempleado, entre unirse o quedarse expectante. Así, según Dewey, si el desempleado pudiese hacer cualquiera de estas dos cosas inmediatamente y sin reservas, no sentiría emoción alguna.

Dewey demostró que la psicología podía prescindir del yo central provisto de voluntad propio del idealismo, que ya había sido atenuado por James. En lugar de asignar el control de la percepción y la decisión a un yo trascendental inaccesible, se hizo posible explicarlos en términos de conductas adaptativas coordinadas y en constante cambio. Así, escuchar era un tipo de conducta, prestar atención otro, y responder un tercero. Todos estaban coordinados hacia un solo objetivo, la supervivencia, en una fluida y permanente corriente de conducta siempre en movimiento, igual que la vida diaria de los norteamericanos de la época. Las ideas de Dewey se convirtieron en los tópicos del funcionalismo.

DE LA FILOSOFÍA A LA BIOLOGÍA: LA PSICOLOGÍA FUNCIONAL (1896-1910)

Los experimentos se vuelven funcionales

La psicología tradicional de la conciencia, a la vez que investigaba procesos mentales como la apercepción, mantuvo el énfasis en los contenidos conscientes como objeto de la psicología. Su novedad fundamental consistió en someter la conciencia al control experimental para ponerla al alcance de la ciencia, aunque, como vimos en el capítulo anterior, William James había desviado el interés de la psicología estadounidense de los contenidos a los procesos en sus Principios de Psicología. Tal y como James veía la mente, los contenidos mentales eran algo fugaz, visto y no visto; lo que sí permanecía eran las funciones mentales, especialmente la función de elegir.

De acuerdo con la teoría motora, la conciencia contenía sensaciones del mundo exterior y de la actividad motora, pero tenía un papel insignificante en la producción de la conducta, si es que tenía alguno. Aunque por supuesto se podía seguir haciendo introspección y dando cuenta a través de ella de los contenidos conscientes, como Münsterberg continuó haciendo en su laboratorio, podía verse fácilmente que era algo inútil e incluso irresponsable. La introspección sólo revelaba lo que era; lo que se necesitaba era prepararse para lo que iba a ser. James, Münsterberg y Dewey, al desviar su atención desde los contenidos a los procesos adaptativos, estaban allanando el camino a la nueva psicología funcional.

En los experimentos de Angell, se atendía a los datos objetivos como a los informes introspectivos, sin embargo los datos objetivos eran resaltados y tratados detenidamente. La introspección iba perdiendo importancia debido a la teoría motora de la conciencia. Los psicólogos estadounidenses pasaron de estudiar el contenido mental a estudiar las funciones mentales adaptativas. Otro experimento de Brian y Harter, revela que la psicología americana se estaba volviendo más funcional también en el sentido social, hicieron que la investigación psicológica tuviese relevancia en temas de valor social y comercial. Brian y Harter se centraron en problemas de utilidad social y en el aprendizaje como tema de estudio.

En 1904 el método “Objetivo”, por el cual se correlacionaban las respuestas con los estímulos, era ya tan importante como el análisis introspectivo de la conciencia. Según Cattell, su propio trabajo con tests mentales “depende tan poco de la introspección como los trabajos de física o zoología”. Aunque la experimentación y la introspección debían “seguir cooperando”, no había duda de que en aquel momento gran parte de la psicología existía con independencia de la introspección.

La definición de la psicología funcional

Así, pues, tanto en la teoría como en la investigación la psicología estadounidense estaba alejándose de la psicología tradicional de los contenidos de la conciencia para dirigirse hacia una psicología de la adaptación mental, inspirada en las teorías evolucionistas. Resulta interesante que el primero en detectar e identificar esta nueva tendencia no fuese un estadounidense, sino el más incondicional defensor de una psicología pura de los contenidos de la conciencia, E. B. Titchener.

Titchener esbozó una amplia analogía genérica entre tres tipos de biología y tres tipos de psicología:

Para Titchener, la psicología estructural antecede lógicamente a la psicología funcional, pues sólo puede determinarse la función de las diferentes estructuras mentales cuando éstas han sido aisladas y descritas. Asimismo, Titchener destacó el atractivo de la psicología funcional: de antiguo origen, su análisis de la mente se ceñía al sentido común puesto que empleaba conceptos de facultades como memoria, imaginación y juicio, y además parecía prometer una aplicación práctica inmediata. Títchener también reconocía la creciente influencia de la psicología funcional, y citaba en este sentido el estudio del arco reflejo de Dewey. A pesar de todo, hacía un llamamiento a los psicólogos para que no se dejasen embaucar por la psicología funcional y se ciñesen al trabajo sólido y científico de la psicología introspectiva experimental. El artículo de Titchener supuso el comienzo de una lucha entre el estructuralismo y el funcionalismo por el control de la psicología estadounidense. El tercer tipo de psicología que esbozó, la psicología genética, acababa de nacer y no ofrecía perspectivas teóricas propias. Sin embargo, como el estudio del desarrollo se centraba en las operaciones mentales más que en contenidos introspectivos, y de todos modos no se podía practicar adecuadamente la introspección con niños, la psicología genética resultaba un aliado natural del funcionalismo.

De corriente secundaria a corriente principal

En la década posterior a los Postulados de Titchener se hizo evidente que otros psicólogos estaban de acuerdo con su análisis, pero no con sus prioridades. Jastrow, (1901). Afirmaba que la psicología es la ciencia de las funciones mentales, no de los contenidos. Jastrow concebía la psicología funcional como una corriente secundaria de importancia creciente que él personalmente quería impulsar hasta convertirla en la “corriente principal” en el desarrollo de la psicología. La psicología funcional, afirmaba Jastrow, es más universal que la psicología estructural, pues acoge de buen grado los temas anteriormente excluidos de la psicología, como la psicología comparada, la psicología clínica, los tests mentales, el estudio de la persona promedio e incluso la investigación psíquica, aunque este último tema claramente le inquietaba. Jastrow predijo que la psicología funcional demostraría ser más valiosa para los asuntos prácticos que la psicología estructural.

Los psicólogos funcionales adoptaron la teoría de la conciencia de James y la desarrollaron hacia el comportamentalismo. Thaddeus Bolton (1902) escribió: “La mente debe ser entendida como un producto de la conducta, un medio superior y más directo de adaptar el organismo al entorno”, Los contenidos conscientes como tales no son muy importantes en la teoría funcionalista de la mente, que dice que la mente es un conjunto de procesos cuyo valor biológico reside en su capacidad de acudir cuando el organismo del que forma parte se enfrenta a una situación nueva. No es necesaria cuando los instintos son adecuados a los estímulos que hay a mano o cuando los hábitos previamente aprendidos funcionan correctamente.

La conciencia es algo esporádico que sólo se necesita en ocasiones, y no pasaría mucho tiempo sin que otros psicólogos prescindieran de la mente por completo. Como casi todo el mundo, James y los psicólogos funcionales que le siguieron defendieron el paralelismo mente-cuerpo y, sin embargo, argumentaban al mismo tiempo que la conciencia interviene activamente en las actividades del organismo. Bolton se dio cuenta del problema e intentó mantener que, aunque la conciencia no afecta a los procesos nerviosos, sí desempeña algún papel en el aprendizaje. Ésta no era una postura muy cómoda para los psicólogos funcionales, y pronto serían rescatados (o reemplazados) por los conductístas, más atrevidos y dispuestos a extirpar totalmente la conciencia de la psicología.

Hacia 1905 los psicólogos de la época tenían claro que la marea funcional estaba subiendo. Ese mismo año Mary Calkins (1863-1930) propone su psicología del yo como modo de reconciliar las psicologías estructural y funcional. Si se entiende la psicología como el estudio de un yo psicológico real que posee tanto contenidos conscientes como funciones mentales, cada uno de los dos enfoques podría ser entendido como un componente del conjunto de la escena psicológica. Aunque a lo largo de su vida Calkins defendió agresivamente su psicología del yo en todos los foros posibles, no parece que consiguiera muchos seguidores.

El funcionalista principal fue James Rowland Angell (1869- 1949). Para Angell la psicología funcional era más importante que la estructural. A diferencia de los órganos corporales, los pretendidos elementos mentales de los estructuralistas no eran objetos permanentes y duraderos, sino que existían únicamente en el momento de la percepción. Es decir, las funciones producen las estructuras (al contrario que en biología, donde un determinado órgano desempeña una función característica que no existiría sin él). Angell también afirmaba que la psicología estructural no tenía valor social ni relevancia biológica alguna. El reduccionismo estructuralista convertía la conciencia en un epifenómeno irrelevante. Por el contrario, la psicología funcional pone de manifiesto que la conciencia es algo biológicamente útil y compatible con el sentido común, según el propio Titchener había dicho.

Angell repetía la conocida distinción: la psicología estructural se ocupaba de los contenidos mentales, mientras que el funcionalismo se ocupaba de las operaciones mentales. El funcionalismo estudia lo procesos mentales tal como se dan en la vida real de un organismo; el estructuralismo estudia cómo “aparece” la mente en un “mero análisis postrnortem”. Según Angell, la psicología funcional también traía consigo un cambio en las relaciones institucionales de la psicología. La psicología estructural salía de la filosofía, y seguía muy próxima a ella. Por el contrario, la psicología funcional acerca al psicólogo y al biólogo, puesto que ambos estudian la totalidad de las actividades orgánicas de un organismo, aunque el psicólogo se concentra en la función adaptadora de la conciencia. La alianza de Angell con la biología no era la de Wundt. Éste, siguiendo el viejo camino predarwinista a través de la fisiología, vinculaba el estudio de la mente al estudio del cerebro. Angell, influido más directamente por Darwin de lo que James mismo había estado nunca, vinculaba el estudio de la mente a la biología evolucionista, no a la neurofisiología. La idea clave para Los funcionalistas era concebir la conciencia como un órgano que sirve a los intereses adaptativos de su poseedor; las operaciones de la conciencia en el plano de los mecanismos cerebrales eran menos importantes que su actuación en el plano de la conducta adaptativa.

La psicología funcional era funcional en tres sentidos.

  • En primer lugar, consideraba que la mente tenía una función biológica inequívoca seleccionada por la evolución darwiniana: adapta su organismo a las circunstancias novedosas.
  • En segundo lugar, describía la conciencia como resultado ella misma del funcionamiento fisiológico del organismo: desde este punto de vista, la propia mente es una función biológica.
  • En tercer lugar, la psicología funcional prometía ser de utilidad social, mejorando la educación, la higiene mental y los estados patológicos: la psicología se hará funcional para la vida del siglo XX.

Hacia 1907 la psicología funcional había desbancado ampliamente a la psicología estructural como tendencia dominante. Sin embargo, nunca fue más que un programa y una protesta. No era suficientemente consistente para sobrevivir, pues se aferraba a la definición de psicología como estudio de la conciencia, mientras que al mismo tiempo desarrollaba teorías de la percepción y el aprendizaje en las cuales la conciencia se convertía en un concepto cada vez menos necesario para la psicología científica.

La psicología funcional en Europa

Aunque fue en Estados Unidos donde la psicología funcional adquirió más peso, también surgieron en Europa psicologías que se podrían identificar con el funcionalismo. La psicología de Brentano fue frecuentemente asimilada a la perspectiva funcional, del mismo modo, la escuela de Wurzburgo se puede denominar funcional por su interés en los procesos mentales, sus investigaciones sobre ellos, y por su descubrimiento del pensamiento sin contenido (sin imágenes). 

James Ward (1843-1925)

Al igual que James, Ward rechazó el análisis atomista del continuo de la conciencia. En lugar de un atomismo sensualista, Ward defendía una concepción funcional de la conciencia, del cerebro y de la totalidad del organismo. Para Ward, la percepción no era la recepción pasiva de sensaciones, sino la aprehensión activa del entorno. Ward expuso el mismo tipo de psicología pragmática, o funcional, que James. Para ambos la conciencia era una entidad activa y selectiva que adapta el organismo al entorno y sirve así a la lucha por la supervivencia. Ward se parecía a James en otro aspecto más: su preocupación, característica del fin de siglo, por defender la religión frente a la creciente presencia del naturalismo huxleyano. Ward dedicó sus últimos grandes trabajos a la refutación del naturalismo y a la defensa del cristianismo.

Hermann Ebbinghaus (1850-1909)

Ebbinghaus decidió investigar la formación de asociaciones mediante el aprendizaje de series de sílabas sin sentido, combinaciones sin significado de tres letras que él mismo inventó con este fin. Ebbinghaus reveló el tinte funcionalista de su pensamiento al elegir la memorización de sílabas sin sentido precisamente porque carecen de significado, para que la igualdad de su contenido no influyera diferencial mente en el proceso de aprendizaje. Pretendía aislar y estudiar la memoria como la función pura del aprendizaje, haciendo abstracción de cualquier efecto que pudiera producir el contenido del mismo.

Ebbinghaus fue siempre un pensador más ecléctico que sistemático, y su influencia se debe a su trabajo sobre la memoria más que a ningún sistema teórico. Eso sí, esta influencia fue amplia. En Estados Unidos, James alabó el trabajo de Ebbinghaus en sus Principios de psicología, y en 1896 Mary Calkins profundizó en el método de aprendizaje de series de Ebbinghaus mediante un procedimiento de pares asociados en el cual el sujeto aprendía pares concretos de palabras o de sílabas sin sentido. El libro Sobre la Memoria de Ebbinghaus prefigura el estilo de la psicología del siglo XX: su tema era el aprendizaje, el favorito de los psicólogos funcionalistas, conductistas y cognitivos. Su contenido teórico era mínimo, y en cambio abundaban los hechos y la búsqueda de los efectos sistemáticos sobre las conductas producidas por las variables independientes, como por ejemplo la longitud de las series. Ebbinghaus prefiguró la psicología moderna, orientada hacia la investigación, ecléctica, empírica y ateórica[3].

NUEVOS DESARROLLOS DE LA PSICOLOGÍA ANIMAL (1898-1909)

La psicología animal, tal y como la iniciara Romanes, empleaba dos métodos: el método anecdótico para recopilar los datos y el método inferencial para interpretarlos. Aunque ambos habían sido cuestionados, debatidos y defendidos desde sus orígenes, fueron especialmente los psicólogos estadounidenses de finales del siglo XIX y principios del XX quienes los sometieron a un examen y una crítica más profundos. La anécdota fue sustituida por el experimento, especialmente a través de las técnicas de E. L. Thorndike e l. P. Pavlov.

De la anécdota al experimento

En los nuevos laboratorios de psicología animal las anécdotas y los informales experimentos naturalistas fueron siendo sustituidos por la experimentación rigurosa a medida que los psicólogos investigaban la conducta de especies que iban desde los protozoos hasta los simios. El objetivo de la psicología animal, como el de la psicología en general, era producir una ciencia natural.

El conexionismo de Edward Lee Thorndike (1874-1949)

Su primer interés fue el estudio de los niños y la pedagogía, pero como no era posible conseguir sujetos experimentales infantiles se dedicó al estudio del aprendizaje en los animales. El legado de Thorndike más importante para la psicología es su enfoque teórico y metodológico del aprendizaje animal y su formulación de una psicología del tipo estímulo-respuesta (E-R) que denominó conexionismo.

El objetivo de Thorndike era comprobar mediante la experimentación si los animales utilizan la mente en condiciones controladas y repetibles. Los resultados de Thorndike le hicieron abandonar la antigua teoría de que los animales razonan, sostenida por los psicólogos del método anecdótico. Los animales, afirmaba Thorndike, aprenden única y exclusivamente por ensayo y error, recompensa y castigo.

Thorndike propuso dos leyes de la conducta humana y animal:

  • La primera era la ley del efecto . De varias respuestas emitidas ante una misma situación, aquellas que vayan acompañadas o inmediatamente seguidas de satisfacción para el animal serán las que, en igualdad de todas las demás condiciones, se conectarán más firmemente a esa situación, de modo que cuando ésta vuelva a darse existirá una mayor probabilidad de que [dichas respuestas) reaparezcan. Por otra parte, el castigo reduce la fuerza de la conexión. Es más, cuanto mayores sean la recompensa o el castigo, más variará la fuerza de la conexión. Posteriormente Thorndike eliminaría de la ley del efecto todo lo relativo al castigo, y mantendría únicamente lo relativo a la recompensa.
  • La segunda ley de Thorndike es la ley del ejercicio. Cualquier respuesta ante una situación estará, en igualdad de todas las demás condiciones, más firmemente conectada a esa situación en proporción al número de veces que haya estado conectada a ella, así como en proporción a la intensidad y duración medias de las conexiones.

Thorndike Sostenía que estas leyes podían explicar toda la conducta: sería posible reducir los procesos de abstracción, asociación por semejanza y pensamiento selectivo a simples consecuencias secundarias de las leyes del ejercicio y el efecto. Reconoció el problema de explicar la conducta humana sin hacer referencia al significado. El significado reside en la mente humana y está arraigado en la vida social humana, algo que no tiene equivalente entre los animales: ello supone un importante obstáculo a la hora de extrapolar a los seres humanos cualquier teoría basada en los animales.

Resulta difícil situar a Thorndike históricamente. No fundó el conductismo, aunque sí lo practicó en sus estudios con animales. Su devoción por la psicología educativa le llevó a abandonar rápidamente la psicología experimental académica en la que se desarrolló el conductismo. Quizás lo más correcto sea concluir que Thorndike fue un conductista practicante pero no incondicional.

La neurociencia de l. P. Pavlov (1849-1936)

El fundador de la fisiología moderna rusa fue Michailovich Sechenov (1829-1905). Este autor creía que la psicología sólo podría ser científica si llegaba a ser controlada por la fisiología y adoptaba los métodos objetivos propios de esta disciplina. Despreciaba la psicología introspectiva por su afinidad con supersticiones primitivas. El objetivismo de Sechenov fue popularizado por Vladimir Michailovitch Bechterev (1867-1927), quien bautizó su propio sistema como reflexología[4], nombre que se describe perfectamente el carácter del mismo.

El seguidor de Sechenov más importante, a pesar de no haber sido alumno suyo, fue Ivan Petrovich Pavlov. La actitud general de Pavlov era inflexiblemente objetiva y materialista. Tenía una fe positivista en el método objetivo como piedra de toque de las ciencias naturales, y por ello rechazó cualquier referencia a la mente. La contribución técnica de Pavlov a la psicología del aprendizaje fue considerable. Descubrió el condicionamiento clásico e inició un programa sistemático de investigación para descubrir todos sus mecanismos lo que le valió el Premio Nobel (1906).

Tanto Thorndike como Pavlov contribuyeron a la psicología con importantes métodos que se convertirían en los pilares experimentales del conductismo. Al mismo tiempo, ambos cuestionaron la necesidad de que psicólogos y biólogos hablaran de la mente animal. Thorndike descubrió sólo asociaciones ciegas en sus animales, y negó que los animales razonaran y hasta que imitaran. Pavlov, siguiendo a Sechenov, intentó sustituir la psicología por la fisiología y sustituir las referencias a la mente por referencias al cerebro.

EL PROBLEMA DE LA MENTE ANIMAL

En busca de un criterio para la conciencia

Los psicólogos comparados seguían enfrentándose al problema cartesiano: si iban a atribuir procesos mentales a los animales, debían encontrar algún criterio para establecer qué es lo mental, es decir, descubrir qué conductas podrían explicarse como efecto de procesos fisiológicos únicamente y cuáles tendrían su causa en procesos mentales.

Para Robert Yerkes (1876-1956), “los criterios de lo psíquico” podían dividirse en dos grandes categorías.

  • Los criterios estructurales: se puede decir que un animal tiene mente si tiene un sistema nervioso lo suficientemente complejo.
  •  
  • los criterios funcionales: las conductas que indican la presencia de mente. Entre los posibles criterios funcionales Yerkes se encontró con que la mayoría de los investigadores tomaban el aprendizaje como la marca de lo mental, y diseñaban sus experimentos para ver si una determinada especie podía aprender. Este criterio era coherente con la psicología darwinista de James y con los desarrollos contemporáneos de la psicología funcional.

Los funcionalistas, siguiendo a James, entendían la conciencia principalmente como un agente encargado de la adaptación, por lo que naturalmente buscaban signos de adaptación en sus sujetos. Un animal incapaz de aprender se consideraría como un mero autómata.

Yerkes pensaba que la búsqueda de un único criterio era demasiado simple, y propuso tres grados o niveles de conciencia correspondientes a las tres clases de conducta.

  • La conciencia discriminativa, caracterizada por la capacidad para distinguir un estímulo de otro; incluso una anémona marina posee este grado de conciencia.
  • La conciencia inteligente, cuya señal distintiva era el aprendizaje.
  • La conciencia racional, que genera conductas en vez de limitarse a responder, por muy flexiblemente que sea, a los cambios del entorno.

Una solución radical

Hubo al menos un joven psicólogo que consideró el problema como una maraña sin remedio. John B. Watson (1878-1958), alumno de Angell en la Universidad de Chicago. Su tesis doctoral, escrita en colaboración con Angell, contenía muy poco mentalismo, y era sobre todo un intento de encontrar una base fisiológica para el aprendizaje. Ya como profesor dijo que el estudio de la conducta animal se podría desarrollar de forma exclusivamente objetiva, obteniendo resultados del mismo nivel que el resto de las ciencias naturales. Watson argumentaba que los hechos de conducta tienen valor por sí mismos sin necesidad de basarlos en ningún criterio de lo psíquico. Del mismo modo, decía Watson, la psicología humana se está volviendo más objetiva y parece abandonar el uso de la introspección y de las respuestas verbales. Para Watson, los criterios de lo mental carecían de valor para la psicología animal. Consciente de la solidez lógica de su argumento, había llegado a la conclusión de que tales criterios de lo mental carecían de valor también para la psicología humana. Watson proclamaría el conductismo en 1913 con proclamas del tipo “el pensamiento consiste únicamente en la vocalización, ya sea ésta manifiesta o encubierta”.

La teoría relacional de la conciencia: el neorrealismo

Según la teoría de la copia, la conciencia contiene representaciones del mundo y sólo conoce el mundo a través de esas representaciones. Se deduce así que la conciencia constituye un mundo mental de representaciones independiente del mundo físico de las cosas. Según esta definición tradicional de psicología, la ciencia de la psicología estudiaba el mundo de las representaciones con el método especial de la introspección, mientras que las ciencias naturales, como la física, estudiaban el mundo de los objetos mediante la observación. La crítica de James a la teoría de la copia inspiró a un grupo de jóvenes filósofos estadounidenses a proponer una nueva forma de realismo perceptivo, casi al mismo tiempo que en Alemania los psicólogos de la Gestalt revitalizaban el realismo.

Estos filósofos se llamaban a sí mismos neorrealistas, y afirmaban que existe un mundo de objetos físicos que conocemos directamente, sin mediación de representaciones internas. Aunque esta teoría tiene pretensiones epistemológicas (defiende la cognoscibilidad de un mundo físico externo y real), tiene también interesantes implicaciones para la psicología. Porque de acuerdo con esta concepción realista la conciencia no constituye un mundo interno especial de que deba informarse mediante la introspección; antes bien, la conciencia es una relación entre el yo y el mundo: la relación de conocer.

La teoría funcional de la conciencia: el instrumentalismo

Los neorrealistas desarrollaron la concepción relacional de la conciencia sugerida por James (1904 ). Dewey y sus seguidores desarrollaron la concepción funcional. La filosofía de Dewey fue bautizada como instrumentalismo por su énfasis en la mente como agente efectivo en el mundo, y en el conocimiento como instrumento para primero comprender el mundo y luego cambiarlo. La concepción de la mente en Dewey era, por tanto, más activa que la de los neorrealistas, que seguían adhiriéndose a lo que Dewey denominaba la teoría de la mente como espectadora. Las teorías de la copia son teorías de la mente como espectadora porque el mundo se imprime en una mente pasiva que a continuación simplemente copia la impresión y la convierte en una idea. Según Dewey, aunque los neorrealistas rechazaban la teoría de la copia no habían conseguido librarse de la teoría de la espectadora, porque para la teoría relacional la conciencia sigue estando totalmente determinada por los objetos ante los que el individuo responde. De modo que la mente continúa siendo una espectadora que contempla el mundo de forma pasiva, aunque lo haga directamente y no a través de las ideas.

Dewey (1939) se deshizo de la teoría de la mente como espectadora, pero mantuvo una teoría representacional de la mente. Describió la mente como una función del organismo biológico, la de la adaptación activa al entorno, una idea que venía de su artículo sobre el arco reflejo de 1896. A medida que desarrollaba su instrumentalismo, Dewey concretaba cada vez más lo que la mente hace en realidad. La mente, proponía, es la presencia de significados o ideas y sus operaciones; o, más concretamente, la capacidad de anticipar consecuencias futuras y de responder a ellas como a estímulos de la conducta actual. Así, la mente es un conjunto de representaciones del mundo que desempeñan la función instrumental de guiar adaptativamente al organismo en sus relaciones con el entorno. Haciéndose eco de las ideas de Brentano, Dewey afirmaba que lo que caracteriza a lo mental frente a lo físico es el hecho de que apunte hacia otra cosa, es decir, que tenga significado. Postular la existencia de significados no requiere postular la existencia de un ámbito mental independiente, puesto que las ideas deben concebirse como funciones neurofisiológicas cuyo funcionamiento total denominamos mente de manera convencional. Dewey también recalcó la naturaleza social de la mente, llegando incluso a negar que los animales tuviesen mente, lo que supuso un cambio de opinión respecto a su artículo de 1896. La reivindicación de Watson de que el pensamiento no es más que habla, o dicho de forma más contundente, de que el pensamiento consiste únicamente en la vocalización, ya sea ésta manifiesta o encubierta, impresionó sobremanera a Dewey. Resulta interesante que esto le llevase de vuelta a la teoría cartesiana de que los animales no piensan porque no hablan, teoría que parecían haber rechazado los psicólogos funcionales. Sin embargo, Dewey invirtió las prioridades de Descartes: para éste, lo primero era el pensamiento, que sólo se expresaba en el habla, mientras que para Dewey es el aprender a hablar lo que crea la capacidad de pensar.

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[1] En 1913 el filósofo Warner Fite escribió reseñas, anónimas de tres libros sobre la ciencia humana. Uno era un texto de genética, pero los otros dos eran de psicología, “Psicología de la actividad industrial” de Hugo Münsterberg, y “La ciencia de la conducta humana” de Maurice Parmellee. Fite destacaba que en 1913 la psicología parecía poco interesada en la conciencia, ya que en esa época los contextos sociales de las personas se basaban no en los procesos de introspección sino hacia la conducta, y más por el auge que estaba teniendo la investigación conductual.

[2] Etimológicamente, fenómeno que se da «por encima» o «después» (epi) de otro al que consideramos principal, y al que se asocia sin que pueda afirmarse que forme parte esencial de él o que tenga influencia sobre él. En este sentido, se puede considerar que el epifenómeno, o bien simplemente «acompaña» al fenómeno principal, o bien «emerge» de alguna manera de él.

El término se utiliza sobre todo en psicología para explicar la relación entre la actividad cerebral y la actividad del alma o de la mente, a las que tradicionalmente se había atribuido la conciencia. Según algunas escuelas, la actividad cerebral sería el fenómeno principal, observable empíricamente, mientras que el alma o la mente (y la conciencia a ellas asociada) serían un epifenómeno de la actividad cerebral, es decir, un fenómeno derivado o dependiente de los procesos psíquicos, que se pueden explicar considerando exclusivamente la actividad cerebral.

[3] Definición funcional sin compromiso teórico.

[4] En esencia, la reflexología afirma que los procesos psicológicos son reducibles a reflejos, es decir a procesos puramente fisiológicos y elementales.

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